“El Cártel del Poder” 💰 Distribuye, vende y se enriquece con la droga en los Estados Unidos
¿Por qué no se habla de los cárteles que operan dentro de Estados Unidos? ¿Por qué los "malos" siempre somos los latinos, los que producimos y pasamos la droga? Yo viví en Nueva York durante tres años. No convivía con los yonkis de la calle Market en San Francisco ni con los barrios marginales de Detroit o Pittsburgh. Trabajé en la oficina corporativa de Facebook Nueva York, rodeado de ejecutivos, consultores, creativos, programadores, y ahí vi de todo: cocaína, "Molly" (MDMA), crystal meth y mucha marihuana.
Una sociedad hipócrita y doble moralista: señala con el dedo a los narcos mexicanos, pero con el otro se lleva el turulo a la nariz para inhalar una raya o se mete una molly mientras le da un trago a su botella de Evian importada de Europa. Porque ante todo, consumistas. Aunque crean que Albuquerque, Nuevo México es parte de México. Una vergüenza.
Cuando se habla de narcotráfico, la narrativa es automática: los cárteles mexicanos —Sinaloa, CJNG, Zetas, del Golfo— y sus guerras sangrientas por territorio. Desde la Casa Blanca hasta Netflix, esa es la historia que se repite. Y sí, desde México, de donde soy, conocemos ese problema como un cáncer que ha podrido estructuras políticas, institucionales y sociales durante décadas.
Pero hay algo que nadie quiere contar.
Porque esa droga que cruza la frontera —el fentanilo, la metanfetamina, la cocaína, la marihuana, la “molly”— no se evapora mágicamente. Alguien la recibe. Alguien la distribuye. Alguien la vende en pequeñas dosis a millones de consumidores norteamericanos. Y alguien —o más bien varios "alguien" muy bien organizados— se está llenando los bolsillos.
¡¿dónde están los narcos gringos?!
No hablamos de tipos tatuados con rifles en camionetas. No. Hablamos de banqueros que lavan dinero sin preguntas, de fondos de inversión que no rastrean el origen del cash, de plataformas tecnológicas que permiten vender droga por apps cifradas, de campañas políticas financiadas por “donaciones” turbias, de compañías farmacéuticas que iniciaron la epidemia de opioides y nunca pagaron realmente por ello.
¡ése es el “Cártel del Poder”!
La adicción americana, una realidad actual
En Estados Unidos hay más de 70 millones de personas que consumieron drogas ilegales el año pasado. Eso es uno de cada cuatro estadounidenses.
61.8 millones fumaron marihuana (legal o ilegal).
8.8 millones usaron alucinógenos, incluidas píldoras de “molly” (MDMA).
Más de 8 millones abusaron de medicamentos con receta, muchos con fentanilo.
Casi 5 millones usaron cocaína.
El fentanilo, en particular, es una crisis masiva: en 2022, causó el 70 % de las muertes por sobredosis.
En 2023, se incautaron más de 79 millones de píldoras falsas con fentanilo, muchas con dosis mortales.
¿Quién le vende todo eso a 70 millones de personas?
¿Quién gestiona la logística de un sistema que mueve más de 64 mil millones de dólares al año?
No son los cárteles mexicanos. Ellos producen y cruzan.
Pero ahí, en territorio estadounidense, otros se encargan de que esa droga llegue a cada rincón del país.
¿Quién vende la droga en los Estados Unidos?
Una vez que la droga cruza la frontera sur, los grandes cárteles desaparecen de escena. Su negocio es entregar el producto. Pero el verdadero negocio —el que deja los márgenes más jugosos— es el de la distribución interna. Ahí ya no hay narcos en camionetas, sino una red descentralizada y eficiente, operada por estadounidenses.
Las drogas llegan a manos de:
Pandillas locales en ciudades como Chicago, Detroit, Atlanta o Los Ángeles.
Organizaciones chinas que controlan cultivos ilegales de marihuana.
Redes digitales que venden a través de apps cifradas, redes sociales y delivery.
Grupos multiétnicos adaptables que funcionan con lógica empresarial.
No se necesita ser un capo para ser distribuidor. Hoy, un veinteañero en Ohio con un grupo de Telegram y una pistola puede mover miles de dólares semanales en pastillas de fentanilo.
Y aunque a veces estos actores terminan presos, la estructura general permanece intacta. Porque no hay una guerra declarada contra ellos. Al contrario: son funcionales al sistema.
El dinero generado del narcotráfico: ¿dónde se queda?, ¿donde se lava?, ¿dónde están el dinero y las drogas incautadas?
Las estimaciones oficiales calculan que el mercado de drogas ilegales mueve más de 64 mil millones de dólares al año dentro de EE. UU. Gran parte de esa riqueza no se queda en México, ni en Colombia, ni en China.
Se queda en:
Bancos que procesan grandes cantidades de efectivo.
Compañías fantasma y fondos de inversión.
Empresas tecnológicas que permiten transacciones digitales sin control.
Farmacéuticas que impulsaron la epidemia de opioides.
Constructores, aseguradoras, lobbistas y políticos.
Ese dinero fluye hacia arriba. El consumidor compra en la esquina. El dealer gana poco. Pero alguien, muy arriba, lava todo ese flujo y lo convierte en capital institucionalizado.
El invisible e inexistente, pero omnipresente “Cártel del Poder”
No hay un cartel norteamericano con nombre propio, como los de Sinaloa o Cali. Pero hay algo más potente: una red legal e institucional que hace que el narcotráfico no sólo exista, sino que prospere.
El “Cártel del Poder” no lleva rifles ni fabrica pastillas. No aparece en las series de Netflix. No es perseguido por la DEA.
Pero permite que la droga circule, que se comercialice, que se lave el dinero, que las sobredosis sean un dato de salud pública y no una prioridad política.
Este cartel está formado por:
Corporaciones financieras.
Políticos financiados por capital oscuro.
Farmacéuticas sin ética.
Empresas tecnológicas sin regulación.
Medios de comunicación que desvían la atención.
No es una conspiración. Es un sistema. No se mueve en la clandestinidad, sino en las bolsas de valores, en las campañas políticas y en las grandes conferencias corporativas.
El cartel que no se ve, pero lo controla todo…
Estados Unidos libra una guerra contra las drogas... pero sólo cuando el enemigo tiene pasaporte extranjero y nombre latino. Se criminaliza al productor, al pasador, al sicario. Pero se ignora —intencionalmente— al sistema interno que facilita, distribuye y se enriquece con ese flujo constante de sustancias ilegales.
La droga llega. Se distribuye en todo el país. Se vende con facilidad. Los consumidores mueren por sobredosis. Las cárceles se llenan de pobres, racializados y enfermos.
¿Y los grandes ganadores?
Están en Wall Street, Silicon Valley y Washington.
No usan armas. Usan corbata.
No lavan dinero en lavadoras, lo hacen con software de última generación, fondos de inversión y asesorías fiscales.
El verdadero cártel —el más sofisticado, invisible y legalizado— no está en Sinaloa ni en Medellín. Está dentro del propio sistema que dice combatirlo.
¡ese es el “Cártel del Poder”!
Reflexionemos un poco con estos ejemplos:
Cuestionemos la narrativa que nos dan.
Dejar de creer que los malos siempre vienen de fuera. El narco también está adentro: en los bancos, en las farmacéuticas, en los algoritmos de las plataformas, en los comités de campaña.
En junio de 2025, EE. UU. sancionó a CIBanco, Intercam y Vector por presuntos vínculos con lavado de dinero del narco mexicano. Pero la red bancaria estadounidense que facilitó esos fondos no fue expuesta. ¿Quién permitió que el dinero cruzara libremente durante años?
Exijamos transparencia de las instituciones.
Pregunta qué hacen las instituciones financieras, tecnológicas y políticas para evitar que el dinero del narco fluya libremente. No se trata solo de perseguir dealers, sino de auditar a quienes permiten que el negocio prospere.
En octubre de 2024, TD Bank pagó 3 mil millones por permitir transacciones ilícitas ligadas a redes de lavado. Nadie fue a prisión. ¿Basta una multa para limpiar la complicidad institucional?
Sigamos los flujos del dinero del "narco".
Si quieres entender el narcotráfico en EE. UU., no sigas la droga: sigue el dinero. Te llevará a oficinas de rascacielos, no a campos de amapola.
En abril de 2025, FinCEN reveló que bancos de EE. UU. detectaron 1.400 millones de dólares en transacciones sospechosas ligadas al fentanilo. El dinero fluye por el sistema financiero, pero nadie parece responsable de detenerlo.
Votemos en las elecciones, ¡pero responsablemente!, informemonos antes de ir a las urnas a votar.
Políticos financiados por intereses turbios no van a terminar con el narco. Lo van a normalizar. Pregunta: ¿quién financia sus campañas?, ¿a quién benefician sus leyes?
Nueva York firmó un acuerdo de 7.4 mil millones con Purdue Pharma. ¿Quién decide cómo se gasta ese dinero? ¿Y qué políticos recibieron financiamiento de las farmacéuticas durante la epidemia?
¡Hablemos del tema, empecemos ya a abrir los ojos!
Cuestiona en voz alta. Publica. Comparte. Educa. Porque el silencio es parte de la estrategia del poder para seguir operando sin consecuencias.
En junio de 2025, una red global del Cártel Kinahan fue desarticulada en EE. UU. con base en puertos y empresas pantalla. ¿Por qué este caso, de alcance internacional, no ocupa titulares como los de Sinaloa?
Recordemos la tan famosa y debatible serie de “Breaking Bad”: un profesor de química, blanco, de clase media, enfermo de cáncer y cansado del sistema, decide convertirse en capo de la metanfetamina. Se transforma en un Walter White que termina siendo más temido que cualquier Chapo Guzmán. La serie fue un fenómeno cultural. Pero más allá del entretenimiento, plantea una pregunta incómoda: ¿fue una ficción exagerada... o simplemente una versión digerible de la realidad estadounidense?
Porque la verdad incómoda es que nadie en los grandes medios se atreve a investigar seriamente al sistema que permite que la droga fluya.
No hay titulares que hablen de los carteles “blancos” del poder.
No hay cámaras en las reuniones donde se lavan millones.
No hay series sobre el narco corporativo.
Breaking Bad funcionó porque fue una historia de redención, de poder, de lógica capitalista llevada al extremo. Pero también fue un espejo. Y ese espejo aún lo evita la prensa, lo evita el sistema judicial, lo evita el gobierno.
No es que no se pueda contar esa historia. Es que no se quiere contar. Y ahí está el verdadero guión que falta escribir.
Que me llamen los de Netflix o los de Amazon, para hacer una serie “ficcionada”… sólo así, es como dimensionaremos una realidad que los Estados Unidos nos está ocultando.