Storytelling Corporativo: cuando la narrativa pesa más que los hechos…

¿Cómo algunos ‘holdings’¹ construyen el “manual perfecto” para parecer insolventes? …cuando no lo están…

Hay empresas que funcionan como marcas. Hay empresas que funcionan como estructuras. Y hay empresas que funcionan como arquitecturas narrativas: sistemas diseñados para contar una historia tan sólida, tan coherente y tan emocionalmente potente… que logra ocultar, o al menos diluir, la realidad detrás de ella.

Lo fascinante y perturbador es que esta arquitectura no surge de la improvisación.

  • Tiene método.

  • Tiene fases.

  • Tiene lógica.

  • Tiene objetivos.

Es una metodología no escrita que ciertos holdings¹ aplican cuando quieren simular un estado de insolvencia, retrasar pagos o reconfigurar responsabilidades. Un procedimiento tan habitual en algunos sectores que parece casi un protocolo corporativo.

Este post no va de casos. Va del modelo, de la estructura, del sistema y de ¿cómo se construye una insolvencia ficticia? a nivel narrativo, jurídico y emocional sin necesidad de decirlo abiertamente.

Todo empieza por la narrativa: “Estamos en una situación excepcional”

Ningún holding comienza diciendo: “Decidimos no pagar salarios.” Sería demasiado directo.

“Estamos en una situación excepcional”

Lo primero que construyen es un relato atmosférico, un clima emocional cuidadosamente diseñado:

  • “El sector vive un momento complicado.”

  • “Estamos revisando nuestra estructura interna.”

  • “Pronto habrá novedades.”

  • “Nos están impactando factores externos.”

Nada concreto.
Nada verificable.
Nada demostrable.

Pero ahí es donde reside el poder del storytelling corporativo: en su capacidad de instalar una sensación sin entregar un solo hecho.

La narrativa inicial prepara el terreno. Es el teaser del tráiler. Se instala la idea de la “crisis” antes de que exista la crisis.

La pieza mágica del truco: separar marca y empleador

Aquí empieza la ingeniería. Los holdings que quieren simular insolvencia casi siempre trabajan con dos capas:

Capa 1: La marca visible, ‘sexy’ y potente

  • La identidad que todos reconocen.

  • La que aparece en la web.

  • La que responde correos.

  • La que tiene reputación.

Capa 2: La sociedad legal, desconocida y técnica

  • La que firma contratos.

  • La que figura como empleadora.

  • La que nadie en la empresa menciona.

  • La que desaparece cuando hay problemas.

La clave del método está en disociar ambas capas. 

La marca comunica, la sociedad empleadora calla.

Y como la mayoría de empleados confía más en la marca que en la escritura mercantil, la narrativa gana por inercia.

Un holding que opera así no necesita decir “no te pago”: le basta con hacer que el trabajador no tenga claro ¿quién debería pagarle?

La ingeniería societaria: un tablero lleno de piezas móviles

Una vez separada la identidad visible de la identidad jurídica, entra en escena el segundo movimiento: múltiples sociedades que funcionan como compartimentos estancos.

No lo digo desde lo anecdótico, sino desde lo técnico: muchos holdings utilizan una estructura con varias sociedades satélite que cumplen funciones muy específicas:

  1. una factura,

  2. otra contrata,

  3. otra emplea,

  4. otra liquida,

  5. otra se reestructura,

  6. otra recibe activos,

  7. otra desaparece.

Son empresas que cambian administradores como quien cambia filtros de Instagram: rápido, sin ruido, sin explicación.

Este es el truco: si la responsabilidad se dispersa entre varias sociedades, la narrativa se sostiene sin necesidad de hechos.

No hay un solo responsable…
→ hay “un entramado”
Y un entramado confuso
→ es terreno perfecto para la narrativa de crisis.

El momento clave: anunciar sin anunciar nada

Aquí ocurre el tercer movimiento del método. La empresa generalmente lanza un mensaje suave, amable, ambiguo:

  • “Estamos revisando un proceso colectivo.”

  • “Hay un procedimiento en estudio.”

  • “El equipo de recursos humanos os irá informando.”

  1. ¿Existe un proceso legal? No.

  2. ¿Hay expediente? No.

  3. ¿Hay documentación pública? No.

  4. ¿Hay un número de concurso? No.

  5. ¿Hay un ERE registrado? Tampoco.

Pero eso no importa, porque la palabra proceso cumple una función emocional: genera incertidumbre sin generar responsabilidad.

Es el equivalente corporativo a: Algo está pasando… pero no te lo puedo contar todavía.

Y mientras los empleados están ocupados interpretando el misterio, el holding sigue moviendo piezas por detrás.

La herramienta más eficaz: el silencio

Una insolvencia ficticia no se construye con ruido. Se construye con ausencia de respuesta.

  • Cuando un trabajador pregunta: “¿Dónde está mi nómina?” Silencio.

  • Cuando pide documentos: “¿Podéis enviar el certificado?” Silencio.

  • Cuando solicita información legal: “¿Cuál es el número del expediente?” Silencio.

Desde fuera parece incompetencia, pero a nivel metodológico es una estrategiala ausencia de datos genera más miedo que un mal dato.

El silencio no se puede impugnar, no se puede denunciar y no tiene forma jurídica.

¡El silencio es el arma perfecta!

El giro emocional: generar un clima donde la gente duda de sí misma

Cuando la narrativa lleva varias semanas circulando, ocurre algo muy poderoso:

El trabajador empieza a preguntarse si quizá “la empresa tiene razón”.

Ahí entra la psicología corporativa:

  • Si la marca dice que hay crisis, quizá hay crisis.

  • Si Recursos Humanos no responde, quizá están desbordados.

  • Si hablan de un proceso, quizá existe.

  • Si hay tantas sociedades, quizá es normal.

  • Si hay tanto movimiento, quizá es temporal.

La duda es la victoria, porque cuando el empleado duda de sí mismo, deja de exigir.

Es aquí, donde la narrativa se convierte en control…

La fase final: la apariencia de insolvencia

Un holding que busca simular insolvencia no deja de operar. ¡Eso sería torpe!

Lo que hace es generar señales que imitan la apariencia de un colapso:

  • documentos “pendientes de abono”,

  • correos que hablan de “situación extraordinaria”,

  • administradores que cambian,

  • sociedades que se reestructuran,

  • retrasos en pagos,

  • confusión interna,

  • presión emocional,

  • falta de documentación oficial.

No hay hechos, pero hay una sensación. Y en términos de control interno, la sensación es más eficaz que el hecho.

La empresa no necesita estar en concurso. Solo necesita que parezca plausible que podría estarlo.

¿Por qué esta metodología funciona tan bien?

Por una razón sencilla: combina branding, psicología, burocracia y narrativa.

1. Branding:

La marca potente eclipsa a la sociedad empleadora.

2. Psicología:

La incertidumbre paraliza.

3. Burocracia:

Sin documentos, no hay vías de acción.

4. Narrativa:

La historia explica lo que la empresa no quiere explicar con papeles.

Es un sistema diseñado para que la narrativa siempre vaya por delante de los hechos.

El impacto humano: la insolvencia ficticia deja secuelas reales

Y aquí es donde la teoría deja de ser teoría. Aunque la insolvencia sea ficticia, el daño es real:

  • alquileres que no se pagan,

  • créditos que se acumulan,

  • ansiedad,

  • estrés,

  • desgaste emocional,

  • incertidumbre laboral,

  • imposibilidad de planificar,

  • sensación de abandono,

  • desgaste institucional por tener que demostrar lo obvio.

La narrativa está construida para proteger a la empresa. Nunca para proteger a las personas (empledos).

El antídoto: la transparencia como acto político

La única manera de romper este tipo de storytelling tóxico es exigir algo muy simple:

  1. Hechos.

  2. Documentos.

  3. Datos verificables.

Todo lo demás es relato.

Un holding puede tener identidades múltiples, sociedades satélite o movimientos internos, sí.

Pero cuando se trata de derechos laborales básicos, lo único que cuenta es lo tangible:

  • ¿quién es el empleador?,

  • ¿quién firma?,

  • ¿qué documentos existen?,

  • ¿qué procesos están registrados?,

  • ¿qué pagos están pendientes?,

  • ¿qué obligaciones se han incumplido?.

En el momento en que se pide documentación, la narrativa corporativa pierde poder. Porque la historia no puede vencer a la realidad… solo puede retrasarla.

El verdadero poder corporativo no está en los hechos, sino en la historia que los rodea

Un holding que quiera simular insolvencia no necesita dejar de operar. No necesita presentar concursos, ni emitir expedientes, ni reestructurar nada real.

Solo necesita:

  1. una narrativa convincente,

  2. sociedades múltiples,

  3. cambios internos estratégicos,

  4. silencio administrativo,

  5. y empleados confundidos.

Es un sistema, una metodología, un manual de uso.

Pero también es un espejo: un recordatorio de lo fácil que puede ser manipular percepciones en un entorno donde la marca pesa más que la escritura mercantil.

La historia puede ser brillante. Pero los hechos siguen siendo los hechos.  Y tarde o temprano, siempre salen a la luz.

Porque ninguna narrativa, por muy bien escrita que esté,
puede reemplazar indefinidamente a la realidad.

Y ahí es donde el teatro corporativo… por fin,

¡Se quedaron sin guión!

Notas al pie:

  1. ‘holding’: Sociedad financiera que posee o controla la mayoría de las acciones de un grupo de empresas. Voz inglesa que se usa en economía con el sentido de 'sociedad financiera cuyo activo está constituido, básicamente, por acciones y participaciones en otras sociedades'. Real Academia Española - RAE 2025

Marco Aguirre Cobos

Soy un profesional del marketing digital que cree en el poder de las ideas, los datos y las conexiones humanas para generar cambio. Después de años trabajando en startups, agencias y empresas tecnológicas, entendí que el crecimiento no se trata solo de métricas, sino de propósito, empatía y visión.

He liderado proyectos globales en paid media, SEO, analítica y estrategia digital, siempre con una mirada creativa y orientada a resultados sostenibles. Mi experiencia abarca mercados de EMEA, APAC, LATAM y Norteamérica, pero mi motor sigue siendo el mismo: construir marcas con alma y hacer del marketing un puente entre personas, cultura y tecnología.

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