El arte de pedir perdón (y de perdonar) en Navidad

Navidad, cierre y nueva vida

La Navidad no es solo un paréntesis en el calendario.
Es un umbral.

Un momento en el que, queramos o no, hacemos balance.

De lo que fue.
De lo que dolió.
De lo que aprendimos tarde.

Cerrar ciclos no significa que todo haya terminado bien.
Significa que ya no necesitamos seguir atados.

Pedir perdón y perdonar son dos llaves distintas para la misma puerta.

Una mira hacia fuera.
La otra hacia dentro.

Y ambas sirven para lo mismo:
limpiar el corazón y dejar espacio.

Espacio para relaciones más honestas.
Para vínculos más cuidados.
Para una forma de estar en la vida menos defensiva.

La nueva vida que llega —el nuevo año, la nueva etapa— no necesita perfección.
Necesita verdad.

Y la verdad a veces pasa por reconocer errores.
Otras, por soltar agravios.

Ese fue el punto desde el que empecé a escribir.

Porque cuando haces balance de verdad, no basta con observar lo que pasó.
Llega un momento en el que el cuerpo te pide acción.

A mí, en estas fechas, me surgió una necesidad clara, casi física:
pedir perdón.

No como gesto simbólico.
No como ritual bonito de fin de año.
Sino como una forma concreta de cerrar un ciclo que llevaba demasiado tiempo abierto.

Y así fue como, esta semana, hice algo que llevaba tiempo evitando.

Pedir perdón

Pedir perdón vino primero.

No fue improvisado.
Fue una conversación que llevaba tiempo mal cerrada.
Una historia donde yo no estuve a la altura, independientemente del contexto.

No escribí para volver.
No escribí para reabrir nada.
No escribí para obtener respuesta.

Escribí porque no quería cerrar el año siendo rehén de una versión mía que ya no me representa.

Pedí perdón sin justificarme.
Sin explicar de más.
Sin repartir culpas.

Asumí mi parte. Punto.

Y dejé claro algo importante: no esperaba respuesta.

Porque cuando pides perdón esperando algo, ya no es perdón.
Es negociación emocional.

Ese perdón no buscaba reparar un vínculo.
Buscaba cerrar una conversación con dignidad.

Y lo hizo.

Perdonar: borrar, elegir y volver a confiar

Perdonar fue distinto.

Hace poco cambié mi número de móvil.
Y con él, tomé una decisión consciente: borrar contactos de personas que solo me buscan por interés, con las que no hay amistad real, o que simplemente ya pasaron a la historia.

No fue rabia.
Fue orden.

Perdonar, a veces, no es reconciliar.
Es poner límites sin rencor.

En ese proceso, hubo una excepción.

Contacté con alguien que sabía que estaba luchando por salir adelante.
Lo invité a casa, sabiendo que no tenía recursos, sabiendo que venía con las manos vacías.

Y así fue.

Vino.
Pasamos un buen rato.
Hablamos de nuestras vidas, de lo que nos pasa, de la gente falsa, de lo cansados que estamos de sentirnos usados.

Le conté lo que había hecho: cambiar de número, borrar contactos, protegerme.
Me dijo que se sentía honrado de que hubiera hecho la excepción y le hubiera llamado.

La noche avanzó.
Se nos hizo tarde.

Yo estaba cansado. Quería dormir.

Pensé que se quedaría.
Era lo lógico.

Pero no.

Tenía que hacer una gestión pendiente, la web no funcionaba.
Le dije: espérate, mañana a primera hora lo haces.

Me dijo que no dormiría en casa, que se iría más tarde.

¿Más tarde?
Eran las cuatro de la mañana.

Me dijo que había transporte, que se iría luego.

Y ahí pasó algo importante.

Yo estaba cansado.
Yo quería dormir.
Y entendí que no tenía por qué desvelarme esperando a que otra persona decidiera cuándo irse.

No le estaba echando.
No le estaba abandonando.
Estaba poniendo un límite básico.

Le dije que estaba cansado y que me iba a dormir.

Se fue.
Yo me fui a dormir.
Y dormí.

El golpe incómodo: perdonas y te vuelves a sentir usado

Y aquí viene la parte que no queda bien en Instagram:

Después, me sentí usado.

Otra vez.

Perdonas.
Das espacio.
Abres la puerta.
Y algo dentro de ti dice: otra vez.

¿Es normal?
.

Porque perdonar no te vuelve ingenuo, pero tampoco te hace inmune.

Perdonar no garantiza que el otro esté en el mismo lugar emocional que tú.
Solo garantiza que tú actúas desde coherencia.

Yo no hice nada mal esa noche.
Fui generoso.
Fui honesto.
Fui claro con mis límites.

Que la otra persona estuviera ya haciendo planes para después, cuando se acabó la noche, cuando se acabó el interés…
eso ya no es mío.

Y eso también forma parte de perdonar:
soltar sin idealizar.

Cierre: aligerar el equipaje

Esta semana entendí algo con mucha claridad.

Perdonar no es solo un gesto hacia el pasado.
Es una decisión sobre cómo quieres caminar hacia adelante.

Perdonar aligera el equipaje.
Te permite aprender sin quedarte atrapado en la herida.
Te hace más fuerte porque te obliga a mirar, integrar y soltar.

Que te perdonen también importa.
No por absolución moral, sino porque te libera de ataduras innecesarias.

Perdonar y ser perdonado es una forma de limpieza emocional.
Dejar ir la basura que pesa, que intoxica, que hace daño.
Permitir que la energía mala se vaya y que llegue la buena.

Eso no significa volverte ingenuo.

He aprendido que habrá personas que sigan intentando usarme.
Que habrá quien confunda generosidad con debilidad.

Y no.

Ser generoso y bondadoso no implica dejarte pisar.

A la primera señal de abuso, de interés disfrazado, de falta de cuidado,
hay que parar los pies.

Poner límites no es castigar.
Es proteger lo que vale.

Y a veces, el límite más sano no es una conversación eterna.
Es un gesto simple y elegante:

un sashay away diplomático.
Un delete en el móvil.
Y un delete en la vida.

Sin drama.
Sin rencor.
Sin explicaciones innecesarias.

Cerrar ciclos, perdonar y poner límites no te endurece.
Te afina.

Te deja más ligero.
Más consciente.
Más preparado para elegir mejor el camino que sigue.

Y esa, para mí, es la verdadera nueva vida que empieza ahora.

Marco Aguirre Cobos

Soy un profesional del marketing digital que cree en el poder de las ideas, los datos y las conexiones humanas para generar cambio. Después de años trabajando en startups, agencias y empresas tecnológicas, entendí que el crecimiento no se trata solo de métricas, sino de propósito, empatía y visión.

He liderado proyectos globales en paid media, SEO, analítica y estrategia digital, siempre con una mirada creativa y orientada a resultados sostenibles. Mi experiencia abarca mercados de EMEA, APAC, LATAM y Norteamérica, pero mi motor sigue siendo el mismo: construir marcas con alma y hacer del marketing un puente entre personas, cultura y tecnología.

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